lunes, enero 23

De la Recidiva y la Obliteración

Partamos por una posición frente a dichas fórmulas.

Legitimadas ambas en recursos humanísimos provenientes directamente desde nuestra biología, digamos que son "lo que (más) hay" y definitivamente no son el "my best" al que uno debería aspirar.

En el cáncer, la recidiva es la reaparición de la sintomatología en época de bonanza. En el psicoanálisis, por ese gusto de complicar las cosas, aparece ligada a la compulsión de repetición, finalmente Segismundo Alegría era médico y tenía en lo personal una relación bastante estrecha con el síntoma porque se trataba de un sujeto poco saludable (con todas las consideraciones de contexto que su vida implica). La recidiva sería en este corpus el artero ataque de nuestra porción de ridiculez, inseguridad, inmadurez o guatever que se hace presente cuando andamos paveando.

De la recidiva como repetición todos sabemos porque todos hemos vivido ambas sensaciones que se pueden desprender de acá: la una es "por qué chucha siempre hago está hueá?" y la otra es "puta la hueá yo pensé que esa mierda ya se había terminado". No es grave, no es triste y está lejos de ser determinista porque por más mamonamente esperanzado que pueda sonar EL CAMBIO EXISTE. Sólo que no se da tan rápido ni tan barato, ni "magica" en el momento que uno lo clama, pero tranquila y bellamente se nos instala jugando al imperceptible hasta que lo pillamos cuando algo que antes nos hacía "equis" ahora nos hace "beta", permitiéndonos querernos un poquito más y sonreír húmedamente y sin urgencia.

La obliteración es más pelúa.
Hay de beneficio en la noción biológica del encapsulamiento de una lesión que te estaba atacando por dentro que opera como "la media salvá" con respecto a lo que hasta ese minuto se ha podido esperar.
Pero en la psiquis...cuánto podemos encapsular? o más bien, cuánto podemos neutralizar los efectos de lo lesivo que está en el bunker?
Sin duda existen experiencias que pueden tener este tratamiento sin perjuicio de quien los sella.
Para las otras "humildo" pensar que está la afánisis.
Sí: hay en el miedo a perder la capacidad de pasarlo bien un recurso insoslayable para llevar un inventario minimalista de lo que se "sotaniza" para que no moleste.
Hey, no hay que caer en la trampa de que el psicoanálisis se piense sólo como la anexacta ciencia del inconsciente porque entonces no serviría para puta cosa. Es sobre todo literatura y por ello un crisol de sentidos posibles para experiencias y cosas; si se quiere por último porque el inconsciente se expresa, se observa, irrumpe y guía y es tan de uno y de la cultura que más que temor, nos debiera caer bien como un viejo amigo: a pesar de sus defectos o más bien "a reír" de sus defectos.

No hay mal que con bien no venga. De post-porrazos se cuentan fantásticas bonanzas que no se sabe nunca si serán recidivables. No se va a saber hasta que se sepa, total si nos quedamos quietos para evitar caernos lo más probable es que nos terminemos cayendo con una brisa.

El "do my best" es propiciable en algunos afortunados encuentros que no se dan desde la carencia sino desde la necesidad que es más madura y honesta.

Si uno se convirtiera en un malabarista de mediano nivel entre estas tres cosas, presumo que iríamos sin prisa pero sin pausa hacia el "my best" de cada pasada. A la pelotita de la recidiva la agarramos pal hueveo estando atentos a no meter siempre la misma pata por andar distraídos o encandilados de oropel, valga aclarar que andar atento es andar despierto y con los sentidos abiertos al equilibrio dinámico de la vida, dista profundamente de andar perseguidos. A la pelotita de la obliteración la mantenemos a raya con la sensatez de que no se puede tener el alma llena de cachureos pero tampoco es dable vivir sin bodega. Y a la de la afánisis la podemos manejar a lo pandilla de Scooby Doo que al agarrar al malo le sacaba tres y hasta cuatro veces la máscara, para que no confundamos la tranquilidad con la fomedad, la estabilidad con la rutina, el silencio con la incomodidad, la calma con la flojera o la intensidad con la invasión. Para que no nos amenace lo bueno ni nos engatuse lo malo, confundiendo lo perfectible con lo imperfecto, lo amable con una exigencia, la inteligencia con la imposible ausencia total de pelotudez. Todo para qué? En cristiano: para que cuando alguna Felicidad nos visite la dejemos entrar.